"UN DÍA LAS BAJÉ DE MIS BRAZOS… Y YA NUNCA LAS VOLVÍ A CARGAR."
Las cargué tantas veces que un día perdí la cuenta.
Las cargué dormidas, llorando, enfermas, molestas, frustradas, riendo.
Las cargué sin pensar, como quien respira sin darse cuenta…
porque cargarlas era un reflejo del amor más puro.
Las levantaba del suelo con sus rodillas raspadas y su carita sucia.
Las sostenía cuando reían con fuerza o cuando no podían más del cansancio.
Las abrazaba fuerte, como si en mis brazos pudiera protegerlas de todo lo que aún no sabían.
Y entonces, un día, sin darme cuenta… las bajé.
Las bajé para abrocharme una zapatilla.
Las bajé porque ya pesaban más.
Las bajé diciéndoles:
“Caminen ustedes, mis amores… yo les sigo.”
Y lo hicieron...
Caminaron....
Siguieron ... y aún siguen caminando…
Primero hacia el kínder, luego hacia la primaria, luego hacia sus propios miedos y sueños.
Después vinieron los “ya podremos solas”, los “no nos cargues, que nos da pena”, los “ya estamos grandes,, mamá”
Y yo… me quedé con los brazos vacíos,
pero con el alma llena de recuerdos.
Ahora son ellas la que me sostienen.
Con sus abrazos fuertes.
Con sus palabras que sanan.
Con su forma de mirarme, como si aún supieran que yo siempre las esperaría con los brazos abiertos.
Porque un día las bajé…
Y sin darme cuenta ellas se hicieron grandes...
pero jamás las he soltado de mi corazón.
Y aunque ya no duermen sobre mi pecho,
aunque ya no me pidan que las cargue,
yo sé que siempre habrá un rincón en su vida donde yo quepa…
como cabían ellas en mis brazos cuando apenas empezaban a caminar.
Zuri, Dara, mis brazos las esperan aún ahora que están por iniciar a volar.